Los piojos, esos diminutos parásitos que se alojan en el cuero cabelludo humano, han acompañado a la humanidad a lo largo de su historia. Tan estrecha es nuestra relación que, incluso, se ha trasladado a su nombre científico: pediculus humanus. Aunque su incidencia es común, especialmente en edad escolar, la reacción social que provocan suele estar cargada de estigmas y prejuicios. La presencia de estos minúsculos seres en mi propia cabeza será el punto de partida para recordar el concepto de “estigma social” propuesto por el sociólogo Erving Goffman y pensar si estos insectos pueden enseñarnos algo sobre la construcción social de las identidades y las relaciones intergrupales.
"Soy un piojoso"
Al recurrir al Diccionario de la Real Academía Española se advierte que un piojoso es algo más que una persona que tiene muchos piojos. En segundas y terceras acepciones se encuentran calificativos como “miserable”, “mezquino”, “harapiento” o “sucio”. Ante tal panorama quizás no debería estar tan contento de ser un piojoso y, sobretodo, no debería admitirlo públicamente.
Los piojos han llegado a mi vida por sorpresa, aunque tampoco puedo obviar las constantes señales de su presencia. En apenas cuatro meses de curso escolar habíamos sido advertidos no menos de cuatro veces de la presencia de casos de pediculosis en el colegio de uno de mis hijos. Tener piojos en casa era simplemente una cuestión de tiempo o de estadística.
La alta incidencia de casos de pediculosis en este colegio contrasta, sin embargo, con mis recuerdos de infancia en las Islas Canarias. A la práctica ausencia de referencias a los piojos durante mi época escolar habría de sumarle, también, todos los años que mi madre fue profesora de educación infantil en un distrito caracterizado y señalado por la delincuencia, la pobreza y la drogadicción. Este segundo hecho tiene su interés porque, como veremos, los piojos parecen cargar con un estigma social asociado a la falta de higiene y, de forma muy general, a la clase social de los dueños de las cabezas en las que habitan, siempre temporalmente, los piojos.
Se comprende, entonces, que sobre los piojos pese un gran silencio. Nadie quiere hablar de ellos ni mucho menos presumir de tener invitados entre sus cabellos a riesgo de recibir críticas sobre su higiene o sus condiciones de vida. A nadie, en principio, le gusta que tilden su vida de poco salubre y lo adscriban a una clase social inferior, desfavorecida, por rascarse la cabeza en público.
Sin embargo, un rápido vistazo a cualquier artículo en prensa sobre los piojos sirve para aclarar que estos simpáticos bichitos son más bien democráticos. Su presencia en nuestras cabezas no depende, en ningún caso, de nuestra clase social ni de nuestra higiene; en realidad, los piojos prefieren un pelo bien limpio y aseado. Un estudio reciente afirma que al menos el 30% de los escolares entre 6 y 7 años contraen piojos una vez al año. Con estas cifras podría presuponerse que los piojos son más comunes de lo que pensamos, pero, aún así, seguimos sin oír hablar de ellos. ¿Por qué?
El "estigma social" según Goffman
Erving Goffman fue un destacado sociólogo del siglo XX reconocido por su estudio de las interacciones sociales y la construcción de la identidad. Gracias a su enfoque innovador y al uso de metáforas teatrales para describir la vida cotidiana, Goffman revolucionó la manera en que entendemos nuestro comportamiento. En su libro “Estigma: La identidad deteriorada” (1963) Goffman estudia cómo las sociedades clasifican, juzgan y marginan a personas cuyas características se apartan de las normas esperadas por el grupo.
El “estigma social” es definido por Goffman como un rasgo o atributo que diferencia a una persona de las demás, diferenciándola, separándola e, incluso, haciendo que sea vista como “inferior” en relación al resto del grupo. Los estigmas, continua Goffman, estarían motivados por la presencia de un atributo relacionado con la condición física, la conducta o la pertenencia grupal de las personas y que, en cualquier caso, supondría una desviación respecto a las normas sociales establecidas
El establecimiento de un estigma social comienza a socavar, poco a poco, la identidad de los individuos hasta afectar sus interacciones sociales e incluso su autopercepciones. Los piojosos -al igual que cualquier otro persona estigmatizada- pueden sufrir discriminación, rechazo y aislamiento social producto de las creencias erróneas que vinculan la pediculosis a la falta de higiene o a una extración social baja. Esta percepción grupal es, así mismo, interiorizada por el individuo genernado en él vergüenza y temor a ser juzgado. Además, el estigma no afecta solo a quienes lo padecen, a los piojos, sino también a aquellos con los que se relacionan, generando así lo que Goffman calfica como “estigma por asociación”
Es de notar como el estigma no depende del atributo en sí mismo, sino, más bien, de las expectativas sociales. Un tatuaje, por ejemplo, puede ser un signo estigmatizante en un contexto social determinado, pero puede ser, por contra, deseable en otro. Lo importante es cómo ese atributo rompe la noción de “identidad normal” al interno del grupo y modifica las relaciones sociales entre los considerados “normales” y los”estigmatizados”.
De vuelta a los piojos, sería de esperar por parte del grupo que todas las personas mantengan cierto grado de higiene y cuidado personal. La presencia de visitantes no deseados en algunas cabezas pone en entredicho este conjunto de normas sociales y se percibe como una desviación de las expectativas grupales. El grupo utiliza estas situaciones para, por una parte, reforzar la importancia de sus reglas y, por otra, para castigar a quienes las incumplen a través de la estigmatización. Sin embargo, al menos en el caso de los piojos, estos juicios y percepciones serían infundados es infundada, ya que la pediculosis no depende en absoluto de la clase social o del grado de higiene.
¿Qué hacer?
Estar afectado por pediculosis, ser un piojoso, es una buena oportunidad reflexionar sobre los estigmas sociales y las percepciones sociales. Erving Goffman nos muestra que el estigma es una construcción social que desacredita a individuos basándose en atributos que se consideran desviaciones de normas establecidas por el grupo. Los piojos no son más que un ejemplo de cómo algunos atributos o condiciones son utilizados para desacreditar y marginar a otros individuos.
No se trata solo de comprender los mecanismos detrás de los estigmas sociales y aprender a cuestionar nuetras propias percepciones y prejuicios, sino de asumir que todas las personas, en algún momento de nuestras vidas, podemos ser estigmatizados por una diversidad de razones. Nuestro compromiso, como individuos, debe ir un paso más allá de la comprensión de estas construcciones sociales y apostar por la erradicación de los estigmas a partir de la promoción de la educación, el conocimiento y la empatía.