Pierre Haski, , 17 marzo 2020
El simbolismo es muy fuerte. A partir del 17 de marzo Europa, convertida en el epicentro de la pandemia del Covid-19, cerrará sus fronteras durante treinta días.
El procedimiento, sin precedentes, es bastante paradójico, porque, en realidad, es el resto del mundo el que no se fía de los europeos, y en plena epidemia continua a cerrar las puertas a quien proviene del viejo continenten. Actualmente, por ejemplo, un centenar de países se niegan a aceptar la entrada de franceses. En cada caso, la medida demuestra hasta que punto el problema de las fronteras es crucial y difícil de resolver.
La decisión de los 27 estados europeos parece aún más compleja si pensamos que en los últimos días los cierres de las fronteras se han multiplicado también al interno de la Unión e incluso en el espacio Schengen, que incluye 22 naciones.
El cierre ineficaz
Las decisiones han sido unilaterales (por lo tanto, prohibidas por los tratados) y han aislados países enteros de los estados vecinos, como Eslovaquia o, en el día 16 de marzo, España. Alemania ha decidido filtrar los vehículos provenientes de Francias, de modo tal que el 13 de marzo el séquito de Emmanuel Macron se lamentaba de una “respuesta desordenada”.
En el mes de febrero, cuando el número de casos en Europa se disparó por primera vez, el cierre de las fronteras fue solicitado por algunas fuerzas políticas que hacen de este tema su caballo de batalla, como el Rassemblement National de Marine Le Pen en Francia.
Todavía los expertos sanitarios, sea a nivel nacional y al interno de la Organización Mundial de la Salud, creen que se trata de una medida ineficaz, el virus ya se ha difundido.Italia fue el primer país europeo que interrumpió las conexiones aéreas con China, pero esto no impidió que fuera el estado más golpeado en Europa.
Si esta maniobra no ha funcionado hace tres semanas, ¿por qué tendría que funcionar hoy? ¿Es realmente una medida ligada a la sanidad pública? ¿O se trata, más bien, de un movimiento psicológico para calmar a una población asustada de un “enemigo invisible” que supera fácilmente las fronteras?
Los líderes políticos no lo admitirán nunca, pero el cierre de las fronteras externas tendrá un impacto muy reducido en la lucha contra la pandemia.
En este contexto conviven dos elementos, como ha subrayado el eurodiputado Pascal Canfin, presidente de la Comisión de Sanidad Pública del Parlamento Europeo: “No debemos transformar la cuestión en un tótem que los populistas usarían para alimentar el nacionalismo, pero tampoco en un tabú imponiendo limitaciones por todas partes excepto en las fronteras”.
Entre barricadas internas unilaterales y fortificaciones coordinadas de las fronteras externas, Europa ha puesto nuevamente en pausa el sueño de una comunidad sin confines de Jacques Delors.
“La historia de Europa es la historia de la transformación de las líneas del frente en fronteras pacíficas”, subraya el geógrafo francés Michel Foucher. Ha bastado un virus para hacer regresar el viejo reflejo de alzar el puente levadizo ante el enemigo. Está claro que una vez derrotada la enfermedad será dificil resucitar el viejo espíritu de Schengen y de la libertad de circulación. El simbolismo de las fronteras se resiste a morir.
Traducción de Alejandro Carrión León
Visto en Internazional