Marie’s dictionary (Vaughn-Lee, 2014) es un pequeño documental que narra el intento de preservar la lengua indígena Wukchumni por parte de su última hablante: Marie. Apenas diez minutos en los que observar la dedicación que esta anciana empeña en una titánica tarea como es realizar, partiendo desde cero, un diccionario bilingüe una lengua en vías de extinción. Para ello emplea todos los medios disponibles a su alcance: bolígrafo, papeles, ordenadores, dispositivos de grabación sonora,… Cualquier soporte es adecuado para que Marie, poco a poco, vaya versando, casi re-descubriendo, los secretos de una lengua olvidada por muchos y mantenida por ella en sus recuerdos, sus vivencias.
Los yokut y la lengua wukchumni
Según los datos aportados por Ethnologue (16-11-2016), la lengua wuckhumni es uno de los dialectos de la lengua yok y está encuadrada en el grupo de lenguas 8a, lenguas moribundas, aquella en la que tan solo personas de avanzada edad hablan esta lengua. Esto supone que ya es demasiado tarde para restauración de la transmisión intergeneracional “natural”, de padres a wuckhumni a través de la temprano enculturación y que, por tanto, para asegurar la supervivencia de la lengua se precisa de elementos externos, ayudas exteriores.
Yamamoto (2000) cifra en 2.500 personas pertenecientes al grupo étnico yokut, al que pertenecen los hablantes de wuckhumni. De este total, siguiendo las estimaciones de Golla (2007) apenas 50 personas hablarían alguna de las lenguas o dialectos yuk y se repartirían de la siguiente manera: menos de 10 hablantes de wuckhumi; 6 hablantes de choinumni; entre 20-25 hablantes fluidos o semi-hablantes de yowlumne; unos pocos semi-hablantes de chuckchansi; y otros pocos hablantes del dialecto tachi.
Los yokut han ocupado, tradicionalmente, el valle de San Joaquín en California, Estados Unidos, extendiéndose hasta algunas colinas de Sierra Nevada. Los cálculos demográficos de la época pre-contacto son extremadamente complicados. Kroeber (1925) estima que a finales del siglo XVIII su población alcanzaba los 18.000 integrantes. Sin embargo, investigaciones posteriores (Heizer y Elsasser 1980; y otras) indican que la población yokut podría haber sido el triple y poseer una de las mayores densidad de población en épocas anteriores. En cualquier caso, Kroeber (idem) calcula su número en apenas 600 en 1910.
Las cifras vuelven a variar al confrontarlas con los registros de población de la reserva Tule River -actual hogar de los yokut – una de las cinco reservas indias autorizadas por el congreso norteamericano. La reserva fue establecida en 1873 a partir de distintas poblaciones de indios procedentes de Tule River y Owens River, que sería re-localizados a su vez desde Fort Tejon. La creación de la reserva supuso la unión (forzada y forzosa) de personas procedentes de diversas tribus que empleaban diversos dialectos (hasta un total de sesenta) a los que, pronto, se sumaron otros habitantes con otras lenguas, como la llegada de los Kitanemuk en 1917.
Estos datos demográficos han de servirnos para ilustrar la diversidad y variedad idiomática en un recinto cerrado, en un espacio confinado por las políticas del gobierno norteamericano. Es normal que, en el interior de la reserva, se diera prioridad a algunas lenguas frente a otras, sea por su mayor número de hablantes o por su condición vehicular. Este entorno ecológico y cultural físicamente delimitado se ve expuesto a grandes condicionamientos tanto en su interior como en su exterior. Mientras el inglés trataba de imponerse como lengua oficial en el interior de las reservas, las lenguas indígenas trataban de sobrevivir en un espacio reducido.
Se observa, pues, un ejemplo clásico de enculturación como el descrito por Wolcott (1989) a partir de su estudio de los indios kwatiul en la Columbia Británica, Canada. Wolcott describe como el contacto cultural con los blancos produce una incorporación ambigua y ambivalente. En estos contextos, algunas prácticas tradicionales se reformulan mientras que los nuevos modelos culturales tampoco son asimilados . Esto puede descentrar a las personas que se encuentran perdidos entre dos conjuntos diversos de normas y convenciones de acción social que deben dar sentido a su vida. La elección de un modelo u otro no es cuestión fácil, pues implica una alteración de las identidades individuales y colectivas.
Al volver a la historia de Marie, el documental narra como ella aprendió, siendo una niña, la lengua wukchumni de sus abuelos a finales de la década de 1930. Según su propio relato, una generación después, la lengua wukchumni ya no era enseñada a la prole como lengua materna o lengua vehicular. En el transcurso de solo una generación una de las lenguas de los yokut pasa de un nivel 6a en la escala EGIDS -una lengua en uso y comprendida por un conjunto poblacional- al ya citado nivel 8a. La enculturación, principalmente el aprendizaje del inglés en escuelas y su uso en medios de difusión, se erige como razón principal para la interrupción de la transmisión generacional del idioma y, por extensión, de su vida.
Recuperar una lengua es recuperar una visión del mundo
El diccionario de Marie se presenta como una salvaguarda de un idioma, de una cultura, de un legado. Su trabajo incluye una guía fonética de pronunciación y, poco a poco, se está implementando su enseñanza en el interior de la reserva de manera que el número potencial de hablantes pudiera remontar el vuelo aunque, quizás, ésta nunca lo haga. Sea cual sea su destino, la experiencia de Marie permite reflexionar sobre dos últimos aspectos.
El primero de ellos ha de permitirnos descubrir la lengua -el vocabulario, sus palabras- como el pasaje de entrada a la cosmovisión de un pueblo que, si bien étnicamente pervive, ha perdido con el tránsito al inglés parte de aquello que conformaba su identidad y, al mismo tiempo, parte de su manera de entender y comprender el mundo. Si creyésemos, como Whorf (1940), que las ideas están determinadas por el lenguaje veríamos como se abre ante nuestros ojos la posibilidad de explorar una nueva concepción del espacio, del tiempo, del mundo físico, y, también, de las ideas. El “flujo caleidoscopio de impresiones” que, según Whorf, conforman el mundo está organizado por los propios sistemas lingüísticvos, así que, a partir de la reconstrucción (o restauración) de una lengua, como en el caso wukchumni, podríamos re-tornar a la forma en la que sus hablantes canalizaban la experiencia.
Si tomásemos como ejemplo el mito “How we get hands”, tal y como es narrado por Marie, nos podríamos aproximar casi a un mito fundacional, a un tipo de génesis. Según sus propias palabras, antes del hombre, solo había animales de entre los cuales sería el águila quien crearía a los nombres. El resto de animales presentes en la creación de los primeros seres humanos serían el coyote, el lobo, el lagarto, el león de montaña y algunos pájaros. En el sistema político patrilineal yokuts serían, comúnmente, los descendientes del linaje del águila los encargados de dirigir las jefaturas en las diferentes tribus. Vemos, pues, que el mito fundacional yokut no solo nos habla de la creación del hombre, sino de la ordenación, las jerarquías, que las personas han de respetar a partir de entonces. Aunque posteriormente solo se hayan descrito clanes asociados al águila y al coyote (imaginamos que se trataría de mitades exógamanas asociadas a su animal tótem), no vemos, aunque sea entrar en terreno meramente especulativo, porque no han podido existir, al menos en sus inicios, tantos clanes como animales partícipes en el relato.
Si se presta atención al contenido, explícito o no, del mito, nos daremos cuenta pronto que su grabación no solo representa un intento de salvaguardar una lengua como si de un objeto de museo se tratase, sino que incluye un legado cultural, un sistema de normas y reglas con las que, posiblemente, ordenaron la vida los hablantes de wukchumni. La posibilidad de extraer las reglas matrimoniales entre los yuk así como la configuración jerarquía -sea política o social- a través, simplemente, de la conservación de la palabra, de la lengua, nos puede situar, nuevamente, en la línea de pensamiento de Sapir y Whorf, en la que la lengua sirve como canalizadora de toda experiencia humana.
El segundo y último aspecto a debatir es el tránsito de una lengua oral a una lengua escrita. Goody [1977 1985)] nos habla de dos funciones básicas de la escritura: el almacenamiento y el refinamiento. Dejando a un lado el refinamiento, debemos retomar la singularidad de Marie, su condición de única hablante de wukchumni como lengua madre. Marie al crear esta lengua, al ponerla por escrito, carece de cualquier elemento de verificación, de objetividad, aunque esta sea construida a partir de la intersubjetvidad. El diccionario propuesto es parte de los recuerdos, no todos, de una persona que ha vivido una experiencia, no todas, y que, como siempre, se ve envuelta en una serie de principios y enjuciamientos de moral situada.
Con esto queremos decir que más que un “diccionario de la lengua wukchumni”, nos encontramos ante el “diccionario de la lengua wukchumni de Marie”. No podemos descuidar que Marie, al igual que los científicos sociales, al trabajar dentro de un paradigma reflexivo -aquel en el que tanto investigador como investigado están caracterizados por la dualidad sujeto/objeto- puede alterar, directamente o indirectamente, el objeto a través de su propia labor. En ausencia de otros hablantes únicos de wukchumni, El conocimiento del vocabulario, de la gramática y de los mitos wukchumni de Marie pueden incidir, al fijar por escrito el conocimiento oral, en una alteración de la realidad.
Marie, en un descuido propio de la edad, puede “olvidar” la palabra “guerra” y, de esta forma, contribuir a la formación de un nuevo universo yukot en el que pareciera que el conflicto bélico, ante la ausencia de un término específico, jamás hubiera existido, dotando así a sus hablantes de cierto aura pacífica. El diccionario de Marie es incontrastable y su única fuente de “objetividad” es la, presunta, buena voluntad de la propia autora. También podría, si quisiera, cambiar los protagonistas de los mitos, alterar la jerarquía de los animales totémicos y otorgarles ahora el mayor rango a los coyotes y no a las águilas.
El poder creativo de Marie no es equiparable a aquel de Tolkien cuando inventó el idioma élfico, pues los elfos no son entes reales. La asunción del vocabulario incluido en el diccionario de Marie y su uso por parte de nuevos agentes sociales pone de relieve la posible relación existente entre el lenguaje y la cosmovisión o, si se quiere, con la forma en la que se experimenta la vida social. El antropólogo, tras escribir una etnografía, se enfrenta, al menos, a una triple verificación. La primera, la más íntima, es auto-referencial y se debe a cuestiones epistemológicas y de método. Una segunda falsación, en términos de Popper, sería la publicación y crítica pública de la obra, sea por parte de otros científicos o del público general. Y, en último lugar, la propia aceptación del material publicado por parte del sujeto investigado como propia, veraz. En el caso de la recuperación de la lengua wukchumni no contamos con mayor verificación que la palabra de la autora.
Si devolvemos a nuestro discurso las funciones de la escritura -almacenamiento y refinamiento- de Goody en contraposición con el lenguaje oral, vemos como el trabajo en diferido sobre las fuentes escritas puede favorecer el desarrollo de modelos y estrategias de pensamiento. La fijación de la cultura oral nos provee un lugar al que acudir para completar los recuerdos, para garantizar la de lo relatado con aquello que ha sido escrito. En ausencia de otras fuentes, sean estas directas o indirectas, el diccionario de Marie se puede constituir en ley para los hablantes de wukchumni, en la que única referencia que les permita no solo solventar.
Conclusiones
A partir de la historia de Marie y la recuperación de la lengua wukchumni, he querido destacar la función de creador, de autor, en la figura de los investigadores sociales y como el caracter reflexivo de estas investigaciones pueden modificar las propias condiciones iniciales. Especialmente en poblaciones carentes de escritura, la labor de los científicos sociales -extensible en este caso a Marie y la producción de su diccionario- puede volverse cuestionable, o problemática, puesto que su versión de los hechos, de la realidad, puede transformarse, gracias a su localización física, en la nueva realidad sobre la que actúen los agentes sociales en un espacio concreto.