Pierre Nora y los lugares de la memoria

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The memorial in Berlin for those murdered during the Holocaust Author: John C. Watkins V

En la existencia de cualquier grupo social hay huellas del pasado. Unas veces podemos identificarlas en nuestras propias prácticas, en nuestra costumbres, mientras que otras veces las podemos asociar a algunas fechas concretas del calendario o, incluso, a lugares específicos. Estas huellas algunas veces son visibles, reconocidas y, por tanto, obvias; mientras que, en otras ocasiones, pueden llegar a incluso a pasar inadvertidas a nuestra mirada. En cualquier caso se trata de prácticas, objetos y lugares que, podría resumirse, concentran las memorias colectivas. El historiador francés Perre Nora se refirió a este tipo de huellas como lugares de memoria.

Si bien en un principio podría parecer un concepto anclado en el sentido común, es interesante notar como Nora no se refiere solo a lugares físicos. Un “lugar de memoria” puede ser una estatua ubicada en cualquier plaza, una placa descriptiva en la fachada de un edificio,  pero también podría ser una bandera, una fecha histórica, una costumbre o incluso una vecina del barrio que ha adquirido un significado especial para el resto del vecindario. Aquello que caracteriza a lugares de memoria no es su forma, sino su carga simbólica y emocional.

De la memoria viva a la memoria organizada

A mediados de la década de 1980, Nora detectó como se estaba produciendo un proceso de aceleración de la historia y que, como consecuencia, en las sociedades modernas muchas formas tradicionales de transmitir y compartir las memorias se estaban abandonando. Desde una posición un tanto nostálgica, Nora señala cómo los relatos de vida entre familiares, el folklore, las tradiciones orales e incluso algunas prácticas compartidas iban dejando paso a una vida social en la que las memorias, antes experimentadas en comunidad, estuvieran fijadas en objetos, fechas o instituciones.  La memoria, entonces,  deja de ser vivida, se vuelve organizada, institucionalizada… y, en cierto modo, congelada.

En la concepción de Nora, los lugares de la memoria son una de las respuestas modernas a la pérdida de la memoria viva. El debilitamiento de los entornos de memoria vivida, aquello que Nora llama milieux de mémoire, precisa el anclaje de nuestras memorias en símbolos, textos, instituciones, conmemoraciones,… Una forma de conservar nuestro paso, de evitar que se desvanezca en el tiempo -“como lágrimas en la lluvia” (Blade Runner, sic)-, de recordarlo incluso cuando ya no haya testigos directos de lo ocurrido. En cierto modo, se trata de sustitutos de unas memorias vividas erosionadas por la modernidad, la escolarización, la burocracia y la influencia de los medios de comunicación de masas.

Como señala Nora (2008) los lugares de la memoria nacen, justamente, cuando abandonamos las prácticas de las memorias, cuando no las vivimos como tales sino que las experimentamos a través de procesos de intermediación:

Si aún habitáramos nuestra memoria, no necesitaríamos destinarle lugares, porque no habría memoria arrastrada por la historia. Cada gesto, hasta el más cotidiano, sería vivido como la repetición religiosa de lo que se ha hecho desde siempre, en una identificación carnal del acto y el sentido. En cuanto hay traza, distancia, mediación, ya no se está en la memoria verdadera, sino en la historia (p.20)

¿Qué convierte algo en un lugar de memoria?

Cuando hablamos de lugares de la memoria Nora (2008) se refiere, entonces, a algunos restos del pasado que corren el riesgo de ser engullidos en el mar de la historia. Lugares de una memoria, dice Nora,

que ya no habitamos, semi-oficiales e institucionales, semi-afectivos y sentimentales: lugares de unanimidad sin unanimismo que ya no expresan convicción militante ni participación apasionada, pero en los que palpita todavía una suerte de vida simbólica. (p.25)

En la acepción de Nora, estos lugares de la memoria tienen que presentar de forma simultánea tres características principales:

  • Materialidad: tener una presencia tangible, aunque sea simbólica.

  • Funcionalidad: cumplir una función de conservación o de activación de la memoria.

  • Simbolismo: encarnar una identidad colectiva, un significado que va más allá de lo evidente.

Veamos algunos ejemplos con los que el propio Nora (2008) ilustra esta triple cualidad de los lugares de la memoria:

Son lugares, efectivamente, en los tres sentidos de la palabra, material, simbólico y funcional, pero simultáneamente en grados diversos.Incluso un lugar de apariencia puramente material, como un depósito de archivos, solo es lugar de memoria si la imaginación le confiere un aura simbólica. Un lugar puramente funcional, como un libro didáctico, un testamento, una asociación de ex combatientes solo entra en la categoría si es objeto de un ritual. Un minuto de silencio, que parece el ejemplo extremo de una significación simbólica, es a la vez el recorte material de una unidad temporal y sirve, periódicamente, para una convocatoria concentrada del recuerdo. Los tres aspectos siempre coexisten. (p. 33)

La importancia de los lugares de la memoria no reside tanto en los objetos o en los hechos en sí mismos, sino en aquello que representa para un grupo social concreto: un puente entre pasado y presente.

La memoria no está quieta

Los lugares de memoria no son fósiles del pasado recuperados en nuestra contemporaneidad. El énfasis ha de ponerse en su condición dinámica para conectar el ayer con el presente. Los lugares de la memoria se deben a la vida social y es en ella donde se activa, donde son resignificados y se discuten. Los lugares de la memoria, por tanto, distan de ser emplazamientos neutros.

Nora (2008) afirmar este carácter procesual de las memorias en los siguientes términos:

La memoria es la vida, siempre encarnada por grupos vivientes y. en ese sentido, está en evolución permanente, abierta a la dialéctica del recuerdo y de la amnesia, inconsciente de sus deformaciones sucesivas, vulnerable a todas las utilizaciones y manipulaciones, capaz de largas latencias Y repentinas revitalizaciones. La historia es la reconstrucción siempre problemática e incompleta de lo que ya no es. La memoria es un fenómeno siempre actual, un lazo vivido en el presente eterno; la historia, una representación del pasado. (p.20-21)

Se trata de escenarios de tensión, disputa, selección y, como no de silencios. Recordar es también olvidar y cada recuerdo conlleva una elección acerca de las historias que pretendemos narrar o las identidades que nos gustaría reforzar.

Trabajar analíticamente desde y en los lugares de la memoria es una forma de observar críticamente el mundo que habitamos y cómo recordamos desde el presente. Nos ayuda a entender qué memorias se conservan y cuáles se imponen al mismo tiempo que nos invita a indagar sobre aquellas otras memorias que siguen esperando su turno antes de su desaparición. También nos invita a reflexionar acerca de los protagonistas de estos procesos, quienes son los agentes sociales que deciden qué recordar y cómo hacerlo. 

 

Pierre Nora y los lugares de la memoria

Pierre Nora (1931) es un historiador francés conocido por su trabajo sobre la memoria colectiva. Fue director de la monumental obra Les Lieux de mémoire y miembro de la Academia Francesa. Su enfoque ha influido en numerosos estudios sobre historia, identidad y memoria.

Bibliografía

1993 “Entre memoria e historia: la problemática de los lugares” en. Revista Ayer, n.º 10, 1993.

2008 Pierre Nora en Lieux de mémoire, Trilce

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