Hoteles, límites (urbanos) y movilidad

Garni
“Mi hotel”, mi casa; invierno 2017-2018; Trento.

Mi objetivo es entrever los posibles significado de “límite urbano” a partir de la localización de mi casa, mi hotel, para llegar a caracterizarla a modo de isla dentro de la ciudad no tanto como una “isla antropológica” (Cruces, 1997; Cucó, 2003), sino en un sentido de aislamiento producido por tres posibles segregaciones, una serie de límites urbanos que, como una matrioshka, se superponen en un trazado continuo hasta llegar a un núcleo, un corazón, al que me refiero como “ciudad” cuando me dirijo hacia ella.

Una vez establecida la especificación de mi ubicación, regresaré sobre mis pasos para describir cómo, a partir de mis acciones, lo que era una “pompa de inmanencia” (Augè, 1998), unas habitaciones de un hotel, se ha recubierto de relaciones, historias e identidades. El contenido de la acción no se limitará a la modificación de un espacio característicamente posmoderno, sino que buscará integrar a los actores sociales en un conjunto de procesos y relaciones del actual período del tardo-capitalismo o “globalización”, vinculando de esta forma las acciones específicas locales a un contexto global a partir de un énfasis en la movilidad no solo de capitales, bienes y mensajes, sino, como destaca García Canclini, (1999) de personas.

El garnì y los límites de Trento

A pocos metros de mi casa, de mi hotel, se encuentra el cartel limítrofe de Trento. Aún teniendo presente a Wirth y su rechazo a la delimitación administrativa de la ciudad o a Southall (en Cucó i Giner, 2008:46) cuando habla de la penetración de lo urbano más allá de la ciudad, mi cuerpo se detiene en esta fina línea, apenas unos centímetros de espesor, que representa el cartel. Y es mi cuerpo quien ha de guiarme en este razonamiento porque es su movimiento el que descodifica y carga de sentido al límite administrativo.

Limites
Cartel limítrofe de Trento, “mi hotel”, mi casa, al fondo; invierno 2017-2018; Trento.

Desde mi ventana, el cartel apenas supera el rango de informativo. Situado a sus pies la experiencia se carga de metáforas dicotómicas (entrar-salir; bajar-subir) que re-configuran y demarcan un límite urbano, materialmente, inexistente. Antes de entrar en Trento, recuerdo una frontera urbana invisible de mi infancia en Las Palmas de Gran Canaria: a pesar de vivir a escasos treinta metros del colegio Mesa y López, por adscripción debería haber ido al colegio Norte en el otro extremo del barrio.

Ciudades dentro de ciudades” pienso; límites y fronteras no materializadas que condicionan nuestras vidas. Empiezo a bajar a Trento y atravieso tres límites, tres segregaciones, que condicionan lo que para mí significa la ciudad. La primera de estas segregaciones es visual y tiene forma de colina. El Doss Trento más que impedir el tránsito me invisibiliza, me esconde de gran parte del valle del Adige y sus habitantes. Bajar a la ciudad también implica, en cierta manera, hacerme presente; implica la capacidad de observar y ser observado.

Una vez rodeada la colina la impresión sigue sin ser aquella de estar en la ciudad. El barrio de Piedicastello es netamente urbano, pero se encuentra separado de Trento por el río Adige, he ahí nuestra segunda segregación de carácter físico-natural. He entrado y he bajado a la ciudad, pero ahora pareciera que tengo que cruzar a la ciudad. La discontinuidad física que presenta Piedicastello respecto al resto de la ciudad ahonda en la sensación en una isla urbana, un paraje aislado.

Al otro lado lado del río, una confirmación: Benvenuti a Trento. La bienvenida oficial a la ciudad en forma de rotonda engalanada de carteles, esculturas y elementos decorativos y representativos de la ciudad se presenta una vez cruzado el puente de San Lorenzo. ¿Acaso no estaba ya en Trento? Me pregunto con ironía porque no dejo de estar en una intersección, en un cruce de caminos cuyo rasgo más destacado es una gasolinera. Me pregunto, ahondando en la ironía, que pensarían los trianeros si al cruzar el puente de Triana encontrasen en la Puerta de Jérez un cartel que dijera “Bienvenidos a Sevilla”. Ciudades dentro de ciudades.

Es hora de regresar a casa, a mi hotel, pero antes quiero tener la certeza de haber llegado a alguna parte, algo más que una rotonda y una gasolinera, quiero cruzar la última segregación: las vías del tren. Las grandes vías de comunicación, también las subterráneas, trazan “limites invisibles” en las ciudades. Pienso en el Madrid dentro y fuera de la M-30, el Madrid dentro y fuera de la línea circular 6, o el Berlin nuevamente divido por el S-Banh Ring.

Vuelvo sobre mis pasos y dudo. ¿Habré pensado mucho en la línea de Soja (2000) y los firstspaces? Tan solo he hablado de prácticas espaciales materializadas. Pero, ¿el que la “bienvenida” a la ciudad se de ya en el interior de la misma no sería un secondspace, un campo ideacional e imaginario que excluye por inclusión? Dudo. Sigo caminando y retomo pensamientos: porosidad, carencia de lími- tes, complejidad, articulación, disyunción,… Me tranquilizo: Trento no es así; esto no es más que un relato, mi relato.

Salvando la inmanencia, expresando movilidad

Vivo en un hotel, sí, en una “pompa de inmanencia”, en una ficción donde, en teoría, podría no haber indicios de historia, identidad ni relaciones sociales. Sabemos, junto con Augé, que esto es discutible (1993); es cuestión de ópticas, de puntos de vista. Pero no dudo: el Garnì San Giorgo della Scala es parte de una ficción. Una ficción particular, específica, que, como mostró Pretto en relación al turismo en Trentino Alto-Adige (2016), atañe tanto a insiders como outsiders y supone la elección de determinados elementos de un sistema socio-cultural para la creación o fijación de una “imagen de destino” (Gunn, 1972), que, en mi caso, se verá reflejada en la organización y estructu- ración interna del Garní, en su decoración.

Con motivo de una visita familiar tuve la oportunidad de recorrer el Garní, entrar en sus habitaciones. La sensación era de extraña familiaridad. Pero no esa familiaridad de la que gozan las élites en la ideación y creación de un estilo de vida desvinculado de toda especificidad histórica, no (Castells 2001). Más bien, me encontré, como en una película de ciencia ficción, con innumerables réplicas de mi propia casa, copias exactas de uno de mis principales lugares de acción y relación social, pero vaciados de contenido; de historias, relaciones e identidades.

En la mesilla de noche que utiliza mi padre apenas hay ropa interior y una lámpara de visillo. Cierro los ojos y veo mi mesita de noche: una lámpara con una imagen de un pescador con su red al atardecer bajo un fondo de palmeras. Al otro lado de la cama una lámpara idéntica, pero con diferente diseño: el mitema del árbol de la vida en su versión budista. Recuerdos de un viaje a Tailandia. Abro los ojos, continuo en ese mundo de ficción que representa un ambiente rural asociado al estereotipo turístico de la región. Una ficción en los límites de la ciudad. Una ficción que satisface al cliente, que satisface a mi padre.

De vuelta a mi casa, mis cuatro paredes, me acerco a la ventana. Hace días que la nieve ha empezado a derretirse. El campo de viñas desde las alturas parece un mapa, aún no he decidido si la nieve será agua y la hierba tierra, o viceversa. Pasa más de un minuto hasta que el primer coche entra a Trento, luego entran muchos más. Junto al cartel limítrofe de la ciudad, la parada de la guagua. Un poco más allá la colina, el Doss Trento; detrás, imagino la ciudad. Desde mi atalaya solo veo la periferia norte. Vuelvo la mirada hacia mi casa: no hay coches en el aparcamiento. A esta horas los viejos turistas se han ido y los nuevos aún no han llegado. ¿Quien no quisiera cambiar de vecinos cada día? Astra, un cocker spaniel, duerme encima de una tela verde traída de Cerdeña. Baffino, un gato blanco, hace lo propio sobre un libro de fotografías aéreas de Islandia.

Salvo los pocos muebles que hemos tirado, el resto de mi casa sigue siendo igual a las habitaciones del Garní, incluso los toalleros y los nada glamourosos portarollos de baño y escobilleros. La propia cocina está realizada en madera reflejando ese estilo rústico, rescatando ese aroma de “baita” (cabaña de montaña) que impregna todo el hotel. “¿En serio vivimoh en una pompa de inmanensia?” pregunta mi compañera italiana con acento canario. Desplazo la vista por el salón-cocina buscando respuesta y solo encuentro objetos colgados o pegados a las paredes.

Sí, no hay duda: esto es una pompa de inmanencia, pero la hemos re-decorado, la hemos re-construido a partir de nuestras acciones dotándola de sentido y significado, hemos re-codificado su interior de tal manera que expresa nuestras historias, nuestras relaciones y nuestras identidades; Augè diría que hemos resuelto la tensión existente entre un lugar y un no-lugar. “Habitamos en un lugar antropológico” respondo sin vacilación.

Una vez salvada la inmanencia, solo queda re-situarnos desde nuestra posición limítrofe o, si se quiere, intersticial. ¿Acaso importa si somos o no somos parte de la ciudad? Si han de interesarme más palabras como “porosidad”, “mestizaje”, “hibridación”,… ¿qué sentido tiene seguir tratando de definir objetos de estudio en categorías cerradas? He dudado de mi propia descripción de los límites de la ciudad, al final no son más que mis límites. ¿No tendré que volver a mi persona, a mis acciones para situarme? Volvamos a la decoración.

Tan solo fotos, pósters, postales y mapas, aunque, entre otros objetos, también podemos encontrar un Lego con el skyline de Berlin o una muñeca de trapo de Chiapas. Las postales, en su mayoría, reflejan nuestra Trilogía de Berlin, como la de David Bowie. Propaganda antifascista, pegatinas de colectivos como “Love Techno, Hate Germany”, una exposición con motivo del 40º aniversario de Barrio Sesamo, flyers de clubs nocturnos como el Berghain o el Suicide Circus.

Pósters pocos. Uno comprado en Luang Prabang representando a tres monjes en una clásica imagen de la ciudad; otro que recuerda la victoria de Dien Bien Phu, la última batalla de la Guerra de Indo- china, que conseguimos en Ho Chi Mihn City. Un póster de la gira del No Code (1996) de Pearl Jam. Y otro con las instrucciones para realizar un volcán de chocolate que salió de una tienda de Reikiavik.

Las paredes de mi casa, en mi intento de superar la inmanencia, no solo reflejan nuestro modo de vida, sino que nos conectan con características que definen nuestra época y sirven como telón de fondo y renovación para los estudios urbanos. Sin pretender enzarzarme en vanas definiciones de la globalización, me gustaría subrayar -dentro de un todo que incluye factores espacio-temporales, tecnológicos, económicos, políticos y socio-culturales- el aumento exponencial, cuantitivo y cualitativo, del desplazamiento de personas, capitales, bienes y mensajes.

No es neutral la elección de “personas” en primer lugar. Resulta indispensable no solo no olvidar el componente social de las acciones, sino identificar al sujeto como elemento activo y crucial en los procesos que vivimos. El desplazamiento de personas, motivo que propicia la decoración que permite salvar la condición de inmanencia de mi hogar, no puede ser entendida como un flujo abstracto e impersonal. El énfasis en los sujetos, en la construcción de un discurso desde abajo, podría evitar discursos huecos y la equiparación de realidades por el mero hecho de compartir una condición, el desplazamiento, dejando claro que, aunque éste sea un factor definitivo de nuestro tiempo, nunca será el mismo desplazamiento aquel de un inmigrante ilegal que mi último viaje en territorio bosnio (Baumann, 1999; Pratt, 2010).

Incido en valor del sujeto concreto para las investigaciones teóricas. La línea ha de ser de contacto íntimo a partir del análisis de acciones de personas en-relación. No ha de importarnos el llegar los últimos a la ciudad, sino el hacerlo acompañados o acompañando. Solo el valor del contenido de mis acciones es el que me ha permitido vincular elementos de la vida cotidiana -la decoración- con procesos de distinto orden como son las condiciones y características de la formación presente del tardo-capitalismo que, bajo la apariencia del mayor grado de movilidad, han permitido la re-estructuración de espacios urbanos limítrofes.

Bibliografía

Augé, Marc; Los “no-lugares”. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad Baumann, Zygmunt; La globalización: consecuencias humanas; 1999
Castells, M;
La era de la información: economía, sociedad y cultura, Vol 1 .La sociedad red ; 2001 Cruces Villalobos; Símbolos en la ciudad. Lecturas de antropología urbana; 2007
Cucó I Giner, Josepa; Antropología Urbana, 2008
García Canclini, Ernesto;
La globalización imaginada ;1999
Gunn, C. A;
Vacationscape: Designing Tourist Regions; 1972
Pretto, Albertina;
I simboli del territorio nell’ottica di outsider e insider; 2016
Pratt; Mary Louise;
¿Por qué la Virgen de Zapopán fue a Los Ángeles? Algunas reflexiones sobre la movilidad y la globalidad en Cruces Villalobos, F. y Pérez Galán, B. (Comps.); Textos de Antropología Contemporánea (2010)
Soja, E.W.;
Postmetropolis. Critical Studies of Cities and Regions; 2000

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