Me llamo Alejandro Carrión León (Islas Canarias, 1984) y carezco de una biografía significativa. He residido en cinco países europeos, conozco de primera mano tanto los sinsabores como las alegrías de los procesos migratorios en un espacio que, como apunta Giddens, es visto ya como un territorio de flujos, caracterizado a partir de circulaciones -de bienes y personas- y no tanto como un lugar de personas enraizadas. Es esta misma desterritorialización la que crea y re-crea constantemente Antroproyectando.
Ya parece que Goody (1985) intuía las ventajas cognitivas de la disociación entre tiempo y espacio relativas al origen y fijación de las palabras a través de la escritura en las primeras sociedades. Ahora, perdidos en discursos vacíos e inocuos que nos tratan como agentes líquidos, es claro que nuestra supervivencia -mi supervivencia- depende exclusivamente del desanclaje (Giddens, 1990) de mi propia acción. La fractura del espacio-tiempo producto de las nuevas tecnologías de la comunicación subvierten el decurso de mi discurso. Si bien puedo fijar mis palabras a un espacio, configurar Antroproyectando como mi lugar a través de mi presencia, no puedo evitar que tú, lector, alteres a voluntad la sucesión de mis acciones. Disociada la lectura del tiempo presente, del tiempo de la escritura, solo el azar puede conducirte al único sentido, a la única dirección -si la hubiera- o, de igual manera, condenarte a vagar por una rayuela más acorde con Cortazar (1963) que con el clásico juego infantil.
Escapar de la obviedad sería afirmar que, Antroproyectando, no se trata de una idea, de un proyecto. Pero no menos significativo es traer a colación que un “proyecto” es una presentación y una re-presentación en perspectiva, es algo que cobra forma ante nuestros ojos y advierte en su presencia -y tal vez en su misma esencia- aristas y ángulos. No se trata ya simplemente de idear, pensar, sino de hacer visible, materializar, sobre el espacio la sombra de los pensamientos que habitan en mi propia caverna platónica. Espacializo la cultura dándole contenido en este blog, establezco las calles que ustedes, visitantes, han de transitar al igual que las reglas, pautas y convenciones para nuestro encuentro, comunicación y acción social.
No obstante, también puede tratarse de un des-encuentro. Quizás Antroproyectando se convierta en un lugar sin gentes, en un no-lugar (Augè,1992). Un espacio en La Red -ese nuevo cronotopo impositivo y de aspiración universal- en el que solo estemos en tránsito, configurados más como agregados de personas ocultas bajo etiquetas (¿lectores?, ¿visitantes?, ¿seguidores?) que como in-divudos identificados, localizados y socializados. Tal des-encuentro solo podrá ser rebasado si, al romper la cuarta pared, transformamos este medio de expresión unidreccional en un canal de comunicación plurifocal.
Antroproyectando no será, entonces, más que un cúmulo de ideas y pensamientos presentados y re-presentados por escrito en un espacio socializado. El propósito de la palabra escrita pudiera ser banal: cuerpos vinculados entre sí en la práctica de su relación social (Díaz de Rada, 2010. p:36). Sin caer en el absurdo negacionismo de Kuper (2001), oso no invocar una palabra -cultura- como epítome de mi presentación y vaticinio del contenido. Más sencillo sería invocar a Bécquer y de su boca escuchar:
¿Qué es antropología? dices mientras clavas
En mi pupila tu pupila azul;
¿Qué es antropología? ¿Y tú me lo preguntas?
Antropología… eres tú. (Tú, tu cuerpo, y
tu cuerpo en relación con otros cuerpos,
en un espacio físico concreto,
en el decurso de la acción social ,
según pautas, reglas y convenciones)
Rima XXI, Gustavo Adolfo Bécquer (1868). Adaptación libre.
No conocía este proyecto. Fantástico trabajo