De las eyaculaciones de Príapo a las Lágrimas de San Lorenzo

Estatua de Príapo. Fuente: https://www.romanoimpero.com/

Texto original: Elena Cerasetti (Facebook)
Traducción: Alejandro Carrión León

El nombre de Lorenzo está conectada al tránsito anual de las Perseidas, la “lluvia de estrellas” que, puntualmente, cada año empuja a los soñadores a apuntar con la nariz al cielo con la esperanza de ver alguna de ellas. El 10 de agosto, según la hagiografía cristiana, el mártir Lorenzo fue quemado vivo en la parrilla (258 d.C). Pero si miramos un poco más atrás de los dos mil años cristianos, descubrimos que la mágica noche de San Lorenzo une desde tiempos inmemoriales religión y astronomía.

En la Antigüedad, las estrellas fugaces eran consideradas signos divinos en todo el Mediterráneo. En la Antigua Grecia, en particular, el mes de agostaba estaba conectado a la falloforia (del griego ϕαλληϕόρια), rituales consagrados a la fecundidad de la Tierra. Príapo (del griego πρίαπος) es el dios de la fertilidad festejado, compañero de la gran madre Larentia (Afrodita en griego), a cuyo nombre Lorenzo está indisoluble y fonéticamente unido.

Como con todas las fiestas agropastorales, la tradición patriarcal cristiana y la tradición romana augusta antes que ella, se apropiaron y modificaron completamente la anterior tradición pagana matrifocal, transformando las “lágrimas” de Príapo en las de San Lorenzo. Príapo y sus estrellas, la eyaculación divina que fertiliza los campos.

El culto a Príapo nace en una isla del Dardanelos, Lámpsaco. Hijo de Afrodita y Dionisio según algunas fuentes, según otras de Afrodita y Hermes o Ares, Adonis o Zeus. El joven amante de la Gran Madre es el protector de la abundancia, de los peces en las redes, de la cosecha de los campos y de la reproducción de hombres y animales.

Pocos, pero esenciales, son sus atributos:

– La hoz, que muestra la pertenencia del dios a las actividades agrícolas y a la Gran Madre Tierra
– Una túnica larga
– Un falo de proporciones significativas, hasta la mitad de la altura de la escultura.

Príapo no es solo el protector de las huertas y de los campos ( granjas de cabras y ovejas, abejas y vino), con su hoz brillante y su enorme miembro rojo púrpura, sino también apotropaico, defensor de los muertos (ndt: apotropaico, del griego αποτρωπαω, puede ser entendido en este caso como un mecanismo de defensa mágico o sobrenatural). En su nombre se consagran la leche, el asno (animal sagrado consagrado también a Santa Lucía, a cuyos lomos surca el cielo), los peces y la miel.

La lecha y la miel son sagrados, también, para otra hierofanía (ndt: (del griego hieros (ἱερός) = sagrado y faneia (φαίνειν)= manifestar) es el acto de manifestación de lo sagrado) del hijo/joven amante de la Gran Madre análoga a Príapo: su “padre” (o anterior joven amante) Dioniso.

En su honor, y dando forma una herencia todavía visible en los campos del centro y del sur de Italia, fueron esculpidas pequeñas columnas para ser erigidas verticalmente en los campos, las huertas y los frutales. Estas columnas líticas coinciden normalmente con la entrada a las fincas o las cabañas, decoradas con un sencillo cono o con pequeñas esferas o dos bloques rectangulares sobrepuestos y de diversas dimensiones, para proteger de la carestía, los desastres y el mal de ojo.

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