Localizando las migraciones. Una visión teórica y espacio-temporal

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Antroproyectando plantea un tríptico temático acerca de los fenómenos migratorios.  Trataremos de esbozar, mínimamente, el marco teórico que, en la actualidad, nos resulta más satisfactorio para la descripción de la acción social localizada. En esta primera entrega, ofrecemos un contexto histórico-teórico así como un escenario, la “globalización, en el que empezar a situar a las personas que han decidido abandonar su lugar de origen. En sucesivas publicaciones, nos encontraremos con la identidad y la diversidad.
Propongo en las próximas líneas un repaso conjunto a cuatro artículos, cuatro autores, que nos permita obtener un cuadro contextual en el que poder insertar la situación, el estado, de los estudios migratorios en ciencias sociales en la actualidad. La definición de este espacio tiene por objetivo situarnos dentro del campo, conocer los caminos ya transitados, intentar despejar la maraña territorial inserta en determinadas concepciones y apuntar, ya al final del texto, las vinculaciones de una concepción ampliada de las migraciones que intentaré aportar. De justicia, y lógica, parece necesario iniciar bajo el amparo del quien es quien teórico y metodológico propuesto por Arango (2003). Suyo es el relato más didáctico y ordenado, aquel que propone un recorrido sobre los hombros de aquellos que, un tiempo atrás, encaminaron los quehaceres de la investigación social, no solo antropológica, relativa a los flujos migratorios. Quizás sea pecar de reduccionismo el querer ver, o establecer, a los factores económicos como único vínculo de unión y exposición, en su/nuestra presentación teórica, sin embargo, esos han sido los derroteros que hemos transitado en nuestras formulaciones hasta el día presente. Arango establece una traslación del paradigma neoclásico dominante en la economía a la migración como primer intento para su entendimiento. Esta visión nos ofrece un mundo de actores individuales, racionales, que emprenden migraciones en base a un cálculo coste-beneficio que aspira a un aumento del beneficio neto. La desigualdad salarial internacional se convertiría así en el factor macro- estructural que incitaría los desplazamientos. Siguiendo la estela neoclásica, edulcorándola, Lewis teoriza el “Desarrollo económico con oferta ilimitada de trabajo” (1954) proponiendo una “economía dual” en la que un sector tradicional sirva de fuente permanente de mano de obra a un sector avanzado que podría incrementar su tasa de beneficios sin alterar los salarios. Si “las teorías acostumbran a reflejar tanto los estilos de pensamiento dominantes como las características y contornos que reviste en su momento la realidad o el fenómeno que se pretende explicar” (Arango, 2003:3), no ha de extrañarnos que teorías y paradigmas sean puestos en duda cuando la realidad escape a sus límites explicativos. No es, empero, mi objetivo detenerme en las críticas y dificultades, sino avanzar hacia una complejización teórica que pueda responder a las dinámicas cambiantes y heterogéneas de la movilidad humana aunque, en muchos casos, “se trata de versiones modificadas de líneas de pensamiento anteriores o adaptaciones de marcos teóricos elaborados con otros objetivos” (Arango, 2003:3). Muestra de ello dos referencias, dos píldoras. La “Nueva economía de las migraciones laborales” de Stark (1991) supone una revisión las condiciones micro-estructurales neoclásicas, traslada la importancia del individuo y el salario a una maximización del bienestar de la familia, introduciendo así factores de significación como la parentela, las remesas o el contexto en el que se produce la propia migración. Por su parte, Piore (1979) pone en liza una teoría de los mercados de trabajo duales en la que factores macro-estructurales en las sociedades de destino ofrecen explicaciones al fenómeno migratorio. La segmentación laboral en las economías avanzadas produciría una demanda estructural de mano que sería vista como causa única, obviando así todos los factores y motivaciones presentes en las sociedades de origen que pudieran ser partícipes o co-partícipes de los procesos migratorios. Wallerstein (1974), casi en las antítesis de la visión neoclásica y a partir de la expansión del capitalismo en el siglo XVI, ofrece un “moderno sistema mundial” en el que se configuran tres zonas: centro, periferia y semiperiferia. Serían las desigualdades, producto de la dominación de los países centrales, las que generarían un movimiento de trabajadores desde las regiones periféricas en un contexto mundial en el que pareciera que solo la geopolítica de alto nivel y las vinculaciones histórico-económicas pudieran ser las causas de la migración. Arango se detiene y casi cierra su intervención en una descripción de la complejidad actual de la migración y la oscuridad que presenta su teorización. A pesar de la aparición -o adecuación- de conceptos como “redes” (Massey et al, 1998; 1987), que ha supuesto la imbricación de factores macro y micro-estructurales, el autor insiste en la necesidad -quizás obligación, apuntaría- de cambiar nuestro foco de atención, dejar de lado la búsqueda de causas y atender a otras variables que den cuenta del carácter polifacético y multiforme, conceptualmente compleja y difícil de medir que representan las migraciones (Arango, 1985). Si hasta ahora nos hemos limitado, a través de la obra de Arango, al qué han dicho, en las próximas líneas trataremos de establecer un diálogo entre sendos artículos de Baumann (1999) y Mato (2007) para que establecer un dónde, señalar un lugar, un espacio, en el que poder trazar no solo los desplazamientos de las personas, sino intentar averiguar quien se desplaza y localizar sus experiencias, sus acciones. La premisa, la casilla de salida, no es más que un cajón de sastre: la “globalización”. Baumann al intentar describir el tiempo y la sociedad presente ya se apoya en Beck, Giddens y Balandier (p.3), de la misma forma nosotros podríamos hacerlo en Appadurai y Moreno o, siguiendo a Batjin, podemos, simplemente, citarnos en un cronotopo, como nos gusta decir en Antroproyectando. Sea como fuere, sin ánimo de nadar en una procelosa mar conceptual, será una diferenciación en las consecuencias que sobre el espacio tienen las peculiaridades socio-económicas, históricas y culturales las que nos pongan tras la pista de la comprensión del presente. Si a las migraciones nos atenemos, Baumann -tras adentrarnos en la sociedad de consumo- ofrece una visión jerarquizada y simple (en su referente gráfico, visual) de la sociedad: “los de arriba” y “los de abajo” (p.8-ss), visión esta extensible a niveles económicos y que, a juicio de Baumann, re- configura los factores espacio-temporales en una sociedad, digamos, globalizada en la que los procesos y dinámicas relativas al grado de movilidad producirían nuevas jerarquías. Ciertas características contenidas en la idea de “globalización” -libre tránsito de personas, alta movilidad sin restricciones, difuminación de las fronteras- se nos presentan así indisolublemente unidas al poder de con- sumo de las personas, la estratificación económica condicionaría a su vez una estratificación de la movilidad o, al menos, el grado y la forma en que ésta pueda realizarse. Para “los de arriba” el espacio-tiempo se plantea reducido, casi inexistente, mientras “los de abajo” viven encerrados en espacios limitados -sean éstos por razones económicas o por leyes que restringen la migración-. La idea de “movilidad”, con la que Baumann abre su artículo (p.1), empieza a desdibujarse, o quizás a re-dibujarse. Sin poner en cuestión el mero aspecto físico del desplazamiento, cobra importancia que la movilidad sea entendida ahora como un factor de “privilegio y privación” (p. 9). La globalización actúa así como un semáforo -”Luz verde para los turistas, luz roja para los vagabundos” (p.14)- controlando quien puede desplazarse y bajo qué condiciones, estableciendo quien puede sentir el cosmopolitismo de lo global y quien, por contra, se encuentra localizado a la fuerza. Si entendiéramos la globalización, igualmente, como un discurso producido (Foucault) sería posible rastraer su origen en una “esfera elitista global” (Baumann p19. citando a Friedan [1997]) poseedores de una particular experiencia del mundo. Llegados a este punto es necesario introducir la contradicción, la perspicacia, relativa a la construcción de los espacios globalizados que introduce Mato (2007) cuando nos señala la “importancia de los referentes territoriales” en torno a ideas neoliberales. (p.53-54) Si bien, previamente, Mato distingue entre “neoliberalismo” y globalización” (p.42-43), es vital en mi exposición comprender la insistencia de Mato respecto a la territorialización, la localización, de los procesos y dinámicas globales, de tal manera que ningún proceso o dinámica social se diera en el vacío. Teniendo esto en mente, parece evidente que las políticas neo-liberales, malentendidas como “globalizadoras”, habría que adscribirlas a un contexto socio-cultural, histórico y económico noratlántico, un grupúsculo de élite -como el arriba mencionado por Baumann- que habría y seguiría dando forma y contenido a las políticas difundidas en todo el globo. La paradoja se encontraría en que, mientras estas políticas neoliberales producen efectos de desterritorialización, deslocalización y, en definitiva, una separación de la acción concreta de su referente territorial, esta misma acción deslo- calizadora cuenta con un referente territorial específico. Mato traza desde sus primeras páginas (p. 35-40) una cruzada contra lo desterritorializado, la vaguedad de su contenido y su utilización académica. La referencia más directa es ese “no-lugar” globalizado (p.36), el mismo por el que transita Heller, en el que la “cultura que no es la de un lugar sino la de un tiempo” (Heller en Baumann, 1999:p.11). La visión globalizada, deslocalizada, sería aquella visión sesgada de “los de arriba”, de los consumidores, de aquellos que solo tienen una experiencia fugaz de la realidad -propiciada por el incremento del deseo consumista- y que dejaría de lado, por tanto, toda aquella complejidad social escondida, pero siempre presente, en la que se fundamentan las acciones y procesos sociales. Insistirá Mato, una y otra vez, a través de cuatro ejemplos -que no voy a desgranar-, en el valor de los “referentes territoriales” en distintas situaciones sociales que podrían ser entendidas como globalizadas o desterritorializadas. La fuerza expositiva se concentra en enfatizar la territorialidad de todas las prácticas, buscar en el contexto local la urdimbre que conecte y amplíe la explicación de los fenómenos atendiendo a todas sus especificidades y concreciones. Pero, ¿y la migración? La crítica a la “deslocalización” de Mato es una llamada a la atención a lo local, a lo concreto; una llamada a reducir los a prioris globalizadores, que actuarían como reduccionismos, y atender, desde la concreción local y situada, ciertas situaciones dadas a nivel mundial. Con anterioridad, vimos como, en la revisión histórica de las teorías acerca de la migración ofrecida por Arango (2003), las explicaciones causales fundamentadas en criterios económicos -relativos y paralelos a la expansión neoliberal- parecerían, en algunos casos, flotar en el vacío. A partir del artículo de Mato se puede extraer la implantación de otro modelo, otro tipo de observa- ción acorde con las perspectivas de futuro expuestas por Arango. Superada ya, y quizás abandona- da, la idea de “des-territorialización”, se abre un abanico de nuevas posibilidades -”trans-territoriali- dad”, “multi-territorialidad”, “re-territorialización”,…- que, en el ámbito de las migraciones, han de servirnos para explorar otros procesos implicados en la decisión de las personas de abandonar sus hogares. La “transnacionalidad”, la participación activa de una persona en dos países de manera simultánea -origen y destino- (Schiller et al, 1994), supone atender a contextos locales concretos, localizados, y no sumergir la migración en el supuesto cajón de sastre que supone la globalización. Misma suerte habrán de correr otros conceptos o ideas relativas a los movimientos de personas. La importancia de las remesas vuelve a conectar el “aquí” con el “allá”, dos lugares distantes, interdependientes e imprescindibles para un acercamiento explicativo a determinadas realidades más allá de la propia migración, como demuestra el estudio de Valenzuela (2010) sobre los pakistaníes en Barcelona. Se hace necesario, aunque seguramente insuficiente, observar igualmente la importancia de las redes y los modos de incorporación (Sánchez Molina, 2005). No podemos obviar la importancia de los referentes territoriales en uno y otro caso, como a partir de ellos y de su contextualización local, se construyen y diseñan estrategias y se toman decisiones acerca de la propia migración. Si el artículo de Arango nos trajo al presente, Baumann y Mato figuran y configuran cómo es entendida esta realidad. Una vez superados los paradigmas económicos, se hace patente la necesidad de de-construir el discurso de la globalización para ver que éste no es homogéneo -”los de arriba” y “los de abajo”- ni puede desligarse la acción del contexto en el que se produce, aunque ésta pueda exceder el mero ámbito local. Se trata, así, de atender a la complejidad del espacio migratorio, sien- do capaces de situarnos entre lo micro y lo macro-estructural , lo específico de cada situación que pueda arrojar una mayor luz acerca de este fenómeno social. Si en primera instancia me he detenido en el cómo había sido estudiada la migración y, a contiuación, he hecho lo propio con la configuración actual del dónde se desarrolla, en qué espacio concreto tiene lugar, cerraré acudiendo a un hipotético después, un espacio-tiempo, posterior al movimiento migratorio, en el que habrán de cruzarse, entretejerse o evitarse diversas culturas dando lugar a supuestas sociedades “multiculturales”. El problema de partida en el que nos sitúa Vertovec (2003:2) a través de Castles (2000)- es “el mito de los Estados–nación homogéneos y monoculturales» y la propia definición de “cultura.” Entiendo que es pertinente asociar este mito con la ecuación de igualdad formada por los factores lugar-sociedad-cultura; igualmente, esta adscripción territorial de la cultura nos habría de llevar a una reificación de la misma y a muchos usos incorrectos del término (Díaz de Rada, 2010). Entiendo, de la misma manera, que no se trata de un problema nuevo, ya que el multiculturalismo podría entenderse como otra respuesta dentro del modelo teórico-político de confrontación con la otredad (Moreno Feliú, 2010). Tras el ex-curso, observo que no estoy solo: Alibhai–Brown nos habla de un “multiculturalismo del consumidor”, a la carta, que explota tan solo ciertos aspectos; Vertovec de un pa- quete -la cultura- de características y comportamientos; Gerd Baumann incide en la reificación y en la asunción del esencialismo cultural por parte unos y otros. Para poder arribar al multiculturalismo es preciso observar, como indica Morris (1997:194), como la homogeneidad cultural en Europa ha sido establecida y reforzada a través del papel del estado y la asignación de ciudadanía. El multiculturalismo abandona ideas previas de asimilación e integración -en muchos casos forzadas- en un proceso de convergencia en y dentro del estado-nación, en torno a la función del “ciudadano”. El reconocimiento de la diversidad viene dada solo a través de la transformación en ciudadanos con una equidad formal de estatus y membresia (Favell, 1998). El estado-nación sería, entonces, un contenedor en el que si bien cabrían muchas culturas, tan solo habría una ciudadanía que uniese a todas las personas. El Reporte Parekh (2000), citado por Vertovec (p. 6-11), aunque no cuestiona el modelo del estado-nación, sí nos pone tras la pista de identificaciones múltiples y situacionales, pudiendo parecer que pusiera en duda la homogeneidad de la adscripción cultural. Este indicio viene ampliado, posteriormente, cuando Vertovec se acerca a la migración internacional (p.11-ss). A partir del nuevo armazón teórico que supone el “transnacionalismo”, se descubre una realidad multiforme en ámbitos socio-culturales, económicos y políticos. Ya hemos apuntado, de la mano de Arango y Mato, el carácter “polifacético” que han adquirido las migraciones y la necesidad de especificar sus contextos localizados. La definición “transnacional” de una persona, su actividad en dos estados simultáneamente, parece poner en jaque el modelo del estado-nación, su metáfora como contenedor cultural e incluso las lealtades ciudadanas. “Ciudadanía” y “nacionalidad” se convierten así en elementos cruciales para “los de abajo”, los migrantes, en “beneficios” según Bauböck (2001), que harían cambiar la luz de nuestro semáforo a verde. Tanto una como otra deberían entenderse de manera situacional en un contexto transnacional como parte de un juego de derechos y deberes “activos” y “latentes”, dando como resultado, en palabras de Koslowski “una identidad política ambivalente, múltiples identidades políticas o incluso una identidad apolítica” (en Vertovec, 2003:14). Es claro, como afirma Lewellen, que “si la legitimidad del estado-nación depende del mantenimiento del control de la acción y de la ideología dentro unas fronteras físicas claramente definidas, en- tonces el transnacionalismo amenaza dicho control” (2009:294). El propio Vertovec advierte de la posible controversia que una participación política transnacional podría acarrear (p.15-17). Vemos, por consiguiente, que el estudio de las migraciones, en su formulación contemporánea, abarca mucho más que meras motivaciones económicas como las señaladas por Arango. Los flujos globales, las identidades múltiples y las redes transnacionales enfrentan al concepto de “estado-nación” a una profunda reflexión que arrastre consigo términos como “soberanía”, “ciudadanía”, “lealtad” y al mismo concepto, reificado y homogeneizador, de “cultura”. No cabe sino afirmar, cerrando esta exposición, que la composición y la variación teórica a la hora de afrontar el estudio de los flujos migratorios nos permite caracterizar a ésta como mucho más que una mera dinámica económica. El estado actual de la sociedad contemporánea -sea ésta globalizada o no, posmoderna o no- invita a realizar nuevas aproximaciones que empiecen desde la propia concepción y definición del espacio, del territorio. Una visión amplia de las migraciones que escape a la formulación exclusivamente de causas debería presentarnos la oportunidad de advertir nuevas relaciones e influencias en campos dispares -como el parentesco, la economía o la política- en los que ahondar en futuras investigaciones. Bibliografía* – Arango, J.; La explicación teórica de las migraciones: luz y sombra en Migración y Desarrollo 1, pp. 1-30; 2003 – Baumann, Z.; “Turistas y vagabundos” en La globalización: consecuencias humanas. 1999, pp. 103-133. – Díaz de Rada, A.; Antropología, cultura y otras tonterías; 2010. – Lewellen, T.; Introducción a la Antropología Política; 2009 – Mato, D.; Importancia de los referentes territoriales en procesos transnacionales. Una crítica de la idea de “desterritorialización” basada en estudios de casos” en    Estudios de Sociologia, Araraquara, v.12, n.23, pp. 35-63.; 2007 – Moreno Feliú, P; Encrucijadas antropológicas; 2010 -Sánchez Molina, R.; “Mandar a traer” Antropología, migraciones y transnacionalismo. Salvadoreños en Washington; 2005 – Schiller, N., Basch, L., Szanton Blanc, C.; De inmigrante a transmigrante: aproximación teórica de la migración transnacional, 1994 (en Sánchez Molina, R.; La Etnografía y sus aplicaciones. Lecturas desde la Antropología social y cultural; 2009) – Valenzuela, H.; Pecunia Ex Machina, el emprendedor pakistaní en la ciudad de Barcelona en Revista CIDOB d ́Afers Internacionals, n 92, p. 185-206; 2010 – Vertovec, S.; Desafíos transnacionales al «nuevo» multiculturalismo en Migración y Desarrollo 1, pp. 32-48; 2003 * Las referencias introducidas en el texto a los artículos de Arango, Baumann y Vertovec corresponden a la paginación de los archivos trabajados, no al original.

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