La noción popular de paisaje, aquella con la que la mayoría de las personas se desenvuelven en el transcurso de su vida cotidiana, puede entenderse como un concepto a priorístico, ya dado. Bastaría -podría decirse- abrir los ojos y observar con atención, con detenimiento, para encontrar en el conte-nido de nuestra mirada elementos característicos de aquello que identificamos como paisaje. Esta seria una concepción, sin lugar a dudas, estatica, deterministica, en la que el paisaje -y los elementos que lo compondrían- aparecerían como unidades fijas, casi a modo de un escenario, sobre el que se inscribiría la acción social.
El objeto de este texto es mostrar la capacidad heurística del paisaje como un concepto pertinente en la teoría social y, especialmente en la antropología. Para ello, en un primer momento esbozaré una breve genealogía del concepto de “paisaje” en un transito desde el modelado, adaptación y modificación de la imagen percibida de la naturaleza a través de las artes pictóricas, esto es, desde su cualidad estética, hasta su concepción como fruto de los procesos socio-culturales, etnográficamente variables, localizados en distintas espacio-temporalidades a lo largo de la historia.
En segundo lugar, presentaré los usos del paisaje como concepto analítico en las ciencias sociales, en especial en la antropología, identificando tres posibles maneras de abordar la cuestión paisajística. A partir de distintos trabajos de campo, subrayaré la valencia del paisaje como lugar en el que se desarrollan, se inscriben, actividades eco-orientadas de subsistencia; la importancia del paisaje como lugar en el que se inscribe y se activa la memoria y la historia social; y, en ultimo lugar, como elemento procesual en la conformación de unidades espaciales, territoriales, significadas de forma material-simbólica a partir de la variedad de usos de los agentes sociales en su vida cotidiana.
Genealogía del paisaje
Hablar de la genealogía del paisaje podría ser entendido como una mera provocación ante la dificultad que supone el estudio sincrónico de determinados objetos cuya existencia se considera a priorística y mas si, como en el caso del paisaje, estos se encuentran ligados, en principio, al mundo de lo natural. La fuerza de la provocación reside en la vinculación del paisaje con el sentido de la vista. Si, como afirma Honorio Velasco Maillo, el paisaje no es mas que “un modo de mirar el entorno natural” (2010:281), podría seguirse de ello que, dada la ubicuidad de dicho sentido en el ser humano, todo aquello que es observado – y que, por consiguiente, nos rodea- podría subentrar en la categoría de paisaje al ser percibido por la vista.
Sin embargo, no todo nuestro entorno natural es ni ha sido paisaje. Aunque Michael Jakob traza una protohistoria del paisaje que se remonta a la Antigüedad Clásica, parece existir cierto consenso a la hora de establecer el origen del paisaje en Europa junto a los primeros procesos de urbanización y la paulatina diferenciación entre el ámbito rural y el ámbito urbano (Velasco Maillo, 2010; Crosgrove, 2006). En palabras de Jakob (2009):
Todo lleva, de nuevo, a creer que factores socioculturales mayores, como el desarrollo de una conciencia urbana propiamente dicha y el sentido de alienación y de crisis correspondiente, sean necesarios para que el sujeto sofisticado, desencantado y que no conoce ya a la naturaleza por necesidad o por tradición, empie- ce a interesarse por ella de otro modo. (p.41) [traducción propia]
Siguiendo a Jakob (p.42-45), el énfasis en los procesos urbanos deja entrever la posibilidad de que el ser humano haya perdido su relación con la naturaleza. La invención del paisaje, por tanto, responde a un sentimiento de “perdida” y de “no pertenencia” respecto al mundo natural que solo será recuperado a través de la experiencia estética, de su apropiación simbólica mediante la repre- sentación pictórica. Sin embargo, detrás de esa experiencia estética ha de encontrarse, a su vez, una motivación intelectual y moral definida por sujetos concretos (p.43), siendo así posible afirmar que
El paisaje es el resultado artificial, no natural, de una cultura que redefine perpetuamente sus relaciones con la naturaleza. Esto nos situá en una paradoja: la experiencia del paisaje es, generalmente, una experiencia del si mismo (Erfahrung des Selbst). Es importante, entonces, tanto el sujeto que percibe como el propio acto de percibir. El sujeto forma parte totalmente del paisaje que compone. De aquí la no identidad profunda del paisaje, la historia del paisaje o o mejor la historia de la conciencia del paisaje. (p.29)
Al aislar con propósitos analíticos el “acto de percibir”, esto es, la creación del paisaje, habría que detenerse en las características del propio modo de mirar. Un acto que, para Denis Cosgrove, puede entenderse como un “barómetro moral del éxito de una comunidad” (2006:12) ya que las representaciones de la naturaleza fijan e inscriben sobre el espacio físico las ideas acerca del balance y la armonía existentes o que deberían existir tanto en las relaciones de las personas entre sí, de las comunidades, como de éstas con la naturaleza.
Si bien Jakob realiza una aproximación al paisaje a través, principalmente, de la estética, Cosgrove desplaza el foco de atención hacia las practicas sociales al centrarse en como las relaciones existentes entre las comunidades, las tradiciones y el territorio definen y componen los aspectos espaciales del paisaje a lo largo del tiempo (p.10). Para Cosgrove
La idea de “paisaje” representa un modo de ver – un modo a través del cual algunos europeos se ha representado a si mismos y a otros tanto el mundo como sus relaciones con ese mundo, así como su concepción de las relaciones sociales. El paisaje es un modo de ver que posee la propia historia, pero esta historia no puede ser comprendida sino como parte de una historia económica y social mas amplia (en Jakob, 2009:17) [traducción propia]
El concepto de paisaje no remite unicamente a una Erfahrung des Selbst, sino que esa experiencia se encuentra según Bermingham (en Velasco Maillo, 2010:282) ligada a las ideologías de clase presentes en la sociedad. La percepción y la representación estética de la naturaleza estaría así lejos de ser un fiel reflejo de la realidad ya que se encuentran modificadas sustancialmente por los valores económicos y sociales de las distintas clases sociales. Una critica al trabajo de Bermingham es el excesivo peso económico que recae sobre la producción del paisaje obviando así la co-participación no excluyente de otros factores socio-culturales. Pero, sin embargo, es de notar como al introducir la cuestión de clase incorpora, también, el conflicto de clase, esto es, tanto la propia lucha por el espacio como por la significación del mismo. El paisaje podría pasar a considerarse, entonces, como un campo de luchas y tensiones en el que distintos agentes ponen en liza diferentes capacidades agenciales durante la organización y, muchas veces, re-organización de la vida cotidiana compartida.
Perspectivas antropológicas del paisaje
Más alla de reconocer y admitir los vacíos teóricos y las posibles carencias de la antropología respecto a la cuestión paisajista, quizás pueda resultar interesante ajustar la mirada que tenemos sobre nuestra propia disciplina. Es bien claro que, como afirman Hirsch y O’Hanlon (en Müllauer- Seichter, no fechado:2), se trata de una cuestión apenas problematizada, pero que, sin embargo, gracias al holismo característico de la antropología, es posible rastrear en textos que no centran su atención en el paisaje como mostraré a continuación.
Un primer modo de abordar el paisaje, según Müllauer-Seichter (supra), seria desde una aproximación etic. Los antropólogos han tratado del paisaje -si bien de manera residual en introducciones, epígrafes titulados “ecología” o, incluso, en notas al pie de pagina- a partir de descripciones desde fuera, sin profundizar en los significados que éste pudiera tener para los agentes sociales. El paisaje seria tratado como meramente un escenario en el que inscribir la acción social muchas veces eco- orientada con fines de subsistencia. Sirva como ejemplo este fragmento de Margaret Mead en el que describe el lago en el que viven los tchambali de Nueva Guinea:
El agua del lago esta tan teñida por los oscuros musgos que parece negra en su superficie, y cuando no sopla el viento esta impresión se acentuá hasta confundirse con una capa de esmalte negro. Sobre esta superficie lisa, se extienden las hojas de miles de nenúfares rosas y blancos, y unos pequeños lirios de agua azul oscuro, y de madrugada, se asientan entre las flores el blanco pandión y la garza real de color azulado, completando los efectos decorativos, que parecen demasiado perfectos para ser completamente reales. Cuando el viento sopla y riza la superficie, dandole un tono azulado, las hojas de nenúfar que reposan tan inertes formando una espesa capa sobre la superficie esmaltada, también se agitan, y levantándose un poco por encima de sus tallos, dejan de tener un verde monótono para adquirir tonalidades rosas y verde plateado, y una delicada delgadez. Las pequeñas colinas encrespadas que bordean el lago, retienen a las nubes sobre sus crestas dandole una apariencia nevada y acentuando su elevación sobre el pantanoso terreno. (p.265-266)
La segunda forma de analizar el paisaje requiere una traslación desde el mundo de significados del observador al propio de los sujetos con los que se investiga. En estas huestes, la etnografía se ha consolidado como una importante herramienta metodológica con una amplia capacidad heurística al tomar en consideración los aspectos emic del paisaje. Tomando como epicentro la región del Amazonas es posible destacar el trabajo de antropólogos como Fernando Santos Granero o Ernst Halbmeyer.
A través de la vinculación del espacio con el sistema mitológico de los yanesha del Amazonas pe- ruano, Santos Granero (1998) describe procesos abiertos, dinámicos, de escritura y de lectura topo- grafica. De forma diferente a la escritura pictográfica, la escritura topográfica precisa de “topogramas”: elements of the landscape that have acquired their present configuration as a result of the past transformative activities of human or superhuman beings (p.140). Al incluir agentes sobrenaturales en la escritura del paisaje, su lectura por parte de los Yanesha no solo hace referencia a vivencias y recuerdos personales, sino que se vincula tanto a su pasado expresado a través de narrativas mitológicas como a su sistema ritual.
Dichos procesos de escritura y lectura topográfica tienen para los yanesha la función de conservar la memoria histórica ya que “It is through the narration of myths and the performance of rituals that the Yanesha write history into the landscape” (p.142). Pero, advierte Santos Granero, no se trata de una memoria social estática, sino que nuevos eventos de la cotidianidad de los yanesha -en especial las relaciones económicas caracterizadas como “expolio”- son inscritos en el paisaje. La inclusión de estos nuevos topogramas en el paisaje forma un amplio y cambiante sistema semítico que describe y activa por partes iguales la cosmología y la historia de los yanesha.
Tomando como referencia la obra de Eric Hirsch, Halbmayer (2004) define el paisaje como “a cultural process between an everyday foreground actuality and an idealized or imagined back- ground potentiality” (p121). De este modo, el paisaje para los yupka estaría compuesto tanto por las acciones y las relaciones existentes en la cotidianidad como por todas aquellas otras acciones que tienen lugar en el multiverso , en los distintos mundos que conforman su cosmología, y que tienen por agentes a diferentes seres sobrenaturales. Cada uno de estos mundos habitaría en una linea espacio-temporal diversa- “timescape” en la terminología de Halbmayer- siendo posible entablar relaciones entre ellos a través de practicas rituales chamánicas.
Sin embargo, el paisaje yupka no ha de ser entendido unicamente como el lugar de encuentro, de modificación mutua, entre lo que Hirsch llama, el foreground y el background, sino como un medio de comunicación entre estos mundos. Los yupka entienden que el entorno natural, el paisaje, se en- cuentra plagado de signos que entienden “[…] not only as information but as a specific message of invisible but co-present non-human agents and their timescapes” (p.135).
La tercera forma en la que la antropología encara el estudio del paisaje es considerarlo como un construcción social permanente, un proceso dinámico, que presenta variaciones no solo en su localización espacio-temporal, sino a partir de las diferencias existentes, por ejemplo, a tenor de la edad, el genero, la clase social, la procedencia,… Lejos de entender el paisaje como una entidad monolítica que, aunque pueda cambiar con el tiempo, siempre presenta cierta coherencia interna en términos de unicidad o singularidad, la antropología contemporánea muestra, especialmente en entornos urbanos, como las especificidades socio-culturales de cada grupo social re-definen constantemente a partir de sus acciones sociales los espacios físicos de la cotidianidad.
Müllauer-Seichter (2003) toma como elemento central en su análisis del verde urbano de Madrid, en concreto La Casa de campo, la distinción operativa que realiza Werner Nohl entre espacio pú- blico y espacio privado a partir de un tercer termino,”middle ground”, entendido como un espacio publico“that one can appropriate for privat purposes. In doing so, the visitor becomes invested in the design of the park as well as in its intended uses” (en Müllauer-Seichter, supra:12). Estas apropiaciones del espacio, estas resignificaciones a partir de la variabilidad de usos de los agentes sociales, permiten a Müllauer-Seichter desentrañar los “mundillos” sociales que no solo habitan dicho parque, sino que lo re-construyen, constantemente, configurándolo así -parafraseando el titulo de una obra de Georges Perec (1974)- en un espacio de espacios.
Linea de fuga
En este breve texto he tratado de mostrar, por una parte, el surgimiento del paisaje como concepto teórico así como algunos de sus usos en la disciplina antropológica. El hecho ineludible de inscribir la acción social en la dimensión física, destacando así su materialidad, ha hecho posible trasladar los intereses teóricos de las propias acciones de los agentes sobre el espacio a aquellas otras acciones sociales que, en palabras de Henri Lefebvre, producen el espacio. Los antropólogos nos interrogamos hoy ya no solo acerca de los significados que poseen para las personas el binomio espacio/paisaje, sino que intentamos desenmarañar la tupida red de acciones y significaciones que con las que esos espacios son producidos, vividos, consumidos, tratando de obtener así una imagen multidimensional, caleidoscópica, de la dimensión espacial como objeto de estudio.
Bibliografía
– Cosgrove, Denis (2006) Modernity, Community and the Landscape Idea en Journal of Material Culture, 11(1/2), 49-66.
– Halbmayer, Ernst (2004), Timescapes and the Meaning of Landscape: Examples from the Yukpa of Northwestern Venezuela en: E. Halbmayer &Mader, E. (Ed) Kultur, Raum, Landschaft. Zur Bedeutung des Raumes in Zeiten der Globalität pp. 136- 155. Brandes &Apsel, Frankfurt am Main.
– Jakob, Michael (2009), Il Paesaggio, Il Mulino, Roma
– Mead, Margaret (1973), Sexo y temperamento en las sociedades primitivas. Editorial Laia. Barce-
lona
– Santos Granero, Fernando (1998), Writing history into the landscape: space myth and ritual in
contemporary Amazonia en American Anthropologist, vol 25(2), 125-148
-Müllauer-Seichter, Waltraude. (Texto mimeno). Antropología del Paisaje Cultural. Introducción.
– Müllauer-Seichter, Waltraude,. (2003). Discurso y cultura: La legibilidad del verde urbano. La Casa de Campo. Interpretaciones individuales del territorio físico en Actas del Congreso, F.A.A.E.E, 1 Barcelona.
– Velasco Maìllo, Honorio, (2010) “Cuerpo y espacio. Simbolos y metaforas, representacion y expresividad en las culturas”. Editorial universitaria Ramon Areces. Madrid