“Extinciones. Historias de catástrofes y otras oportunidades”

Exteriores del MUSE, Trento (Italia).
Exteriores del MUSE, Trento (Italia).

El pasado 16 de julio de 2016 se inauguraba la exposición temporal “Estinzioni. Storie di catastrofi e altre oportunità” en el MUSE, Trento (Italia). El gran despliegue publicitario por toda la ciudad hizo que, sin dudarlo, nos acercásemos a tal evento: talleres, visitas guiadas, aperitivos vegetarianos, conferencias,… y como colofón la proyección de “Ice Age” (2002) en los muros exteriores del museo. Pero, como la vida da sorpresas, tuvimos que volver en otra ocasión.

Nuestra segunda aproximación al MUSE se produjo el primer domingo de agosto aprovechando la jornada de ingreso gratuito a todos los museos de la ciudad. Quizás, y aunque no sea el lugar, los museos deberían revisar sus políticas de precios en relación a las exhibiciones temporales, como “Estinzioni”, ya que pagar una entrada completa para recorrer una exposición que, como veremos a continuación, no destaca por sus dimensiones en un entorno ya conocido -si es que alguna vez podremos decir que “conocemos” un museo-, se plantea, cuanto menos, problemático.

Cartelería de la exposición temporal "Estinzioni" del Muse, Trento (Italia).
Cartelería de la exposición temporal “Estinzioni” del Muse, Trento (Italia).

Probablemente habría que aceptar que la cartelería hizo bien su trabajo y condicionó nuestra mirada, nuestras expectativas, respecto a la exhibición. Después de un mes observando a un Tyrannosaurus rex sobre un fondo amarillo en cada calle, en cada escaparate, y con el recuerdo indeleble de la obra de Spielberg, “Jurassic Park” (1993), los niños que todavía habitan dentro de nosotros tenían claro el contenido de la exposición: fósiles y más fósiles. ¿Qué si no íbamos a encontrar en una exposición acerca de la extinción?

El condicionamiento había funcionado a la perfección y, de hecho, el MUSE nos recibe con el saurópodo más completo que se puede encontrar en los museos italianos. Solo quedaba pues alcanzar el espacio de las exhibiciones temporales y disfrutar del pasado de la mejor manera: observando, pensando y dialogando con y gracias a los fósiles. La exposición -una colaboración del MUSE con la Università de Padova, la Università de Milano Bicocca y el Museo Regionale de Scienze Naturali de Torino- se abre con un gran panel y una veintena de fósiles: trilobites, peces, pequeños vertebrados y una hoja de platanera. La idea es clara: en nuestro planeta se han sucedido cinco extinciones, la sexta está en camino y nadie tiene el futuro asegurado.

Recorriendo la exposición

El primer tramo de la exposición tiene como figura destacada -obviamente, tan solo para mí- a Georges Cuvier (1769-1832). De manera reduccionista, diremos que las ideas de Cuvier se basaban en una datación temporal distinta para los diferentes estratos geológicos que conforman un corte de terreno. De esta manera , huesos y fósiles situados en distintos niveles estratigráficos pertenecerían a edades geológicas diferentes, siendo más antiguos aquellos situados a mayor profundidad. De un plumazo, Cuvier se erigía pieza fundamental en la geología moderna y en la paleontología, al mismo tiempo que abría las líneas de pensamiento evolutivo que tratarían de dar al traste con la singularidad humana años después.

En estos primeros compases del recorrido se aglomeran las cinco extinciones masivas previas (recordemos: Ordovícico-Silúrico, Devónico-Carbonífero, Pérmico-Triásico, Triásico-Jurásico y Cretácico-Terciario). Vídeos divulgativos, paneles interactivos acerca de las extinciones y sus causas, y paneles móviles explicativos de la Cuarta Extinción que, como hemos dicho, acompañados de una bella colección fósil, presentan muchas de las características que -casi- se les ha de exigir a los museos, al menos aquellos de ciencia, hoy en día: claridad expositiva, interacción y uso ajustado de la tecnología.

Saurópodo en el hall del MUSE, Trento, Italia.
Saurópodo en el hall del MUSE, Trento, Italia.

La visita continua por un espacio dedicado a la extinción masiva del Holoceno, aquí bautizada como Antropoceno. La presión demográfica, la caza, la introducción de nuevos animales en nichos ecológicos donde algunas especies contaban con el “salvoconducto” de la carencia de predadores, … La historia de la vida humana, nuestra historia. Si bien los responsables de la muestra tuvieron a bien dudar de la responsabilidad directa del ser humano en la extinción del felino de dientes de sable (Smilodon fatalis), el resto de la sala nos presenta como primera causa de la desaparición de la biodiversidad animal.

Acompañan a este sentimiento de culpabilidad los cuerpos disecados de diversos animales, la mayoría de ellos aves, como el dodó (Raphus cucullatus) y el moa (Dinornithidae), y algunos felinos ya clásicos de este tipo de colecciones como el tigre de Tasmania (Thylacinus cynocephalus) o el león del Atlas o león de Berbería (Panthera leo leo). Llegados a este punto, la calidad de la exposición empieza a decaer, al tiempo que el interés. La acusación de causantes de la extinción no es lo suficientemente grave para desviar nuestra atención, pero sí lo son los cadáveres expuestos ante nuestros ojos. Sin duda alguna, la taxidermia supuso un gran avance en la ciencia biológica en el siglo XIX. La posibilidad de estudio ex-situ de animales exóticos aumentó considerablemente los conocimientos existentes al mismo tiempo que permitió la vastedad de algunas colecciones museísticas como la del Museo de Historia Natural de Londres, Inglaterra.

Ahora bien, cabría preguntarse si, aún hoy en día, este tipo de exhibiciones de cadáveres siguen teniendo algún tipo de validez o interés. De igual manera que los ojos de un chimpancé expresan tristeza a través del vidrio de su prisión en un zoológico, lo hacen los ojos de cualquier otra especie capturada y asesinada con el único propósito de aumentar nuestro conocimiento del mundo, del entorno natural. Se abre pues una paradoja acerca del propio conocimiento, de la realidad, puesto que parece que el único camino para acercarnos a lo vivo, a lo real, sea a través de la muerte. Quizás el afán de conocimiento debería ser frenado, puesto que si bien la taxidermia es “conocimiento para hoy”, mañana solo traerá ignorancia puesto que no habrá nada que observar en el hábitat natural. [Nota del Autor: el MUSE en su vano central, su patio interior, cuenta con una importante colección de animales disecados, incluso algunos en situaciones de supervivencia “dudosas” como el lobo (Canis lupus Linnaeus)]

Ahondando aún más en el período Antropoceno, la siguiente sala presenta una dura realidad: Sapiens contra Sapiens. Probablemente hubiera sido la mejor sala de la exposición, pero aún así queda relegada a lo anecdótico, como la aplicación tecnológica que permite al visitante fotografiarse con rostro de neanderthales. La idea central que ocupa este espacio es, a diferencia de la reducción de la biodiversidad biológica, la homogeneización cultural. Mucho se podría hablar y, obviamente, no es el lugar acerca de la destrucción, reducción o (re)conversión de las culturas, pero en el fondo de la cuestión sigue la pregunta tantas veces formulada de “¿Qué es la cultura?”. A partir de una respuesta clara y concisa quizás se pueda saber en qué campos actuar, pero si nos atenemos a lo expuesto en el MUSE la cultura son las lenguas y la música tradicional.

Mapa del estado de las lenguas en el mundo, MUSE, Trento (Italia).
Mapa del estado de las lenguas en el mundo, MUSE, Trento (Italia).

En esta penúltima estancia destaca un panel sobre el estado de las lenguas en el mundo. Observamos el estado de salud de quince familias lingüísticas a lo largo del mundo a partir del 1970. El gráfico aduce una gran carencia: presenta tantos por cientos sin darnos a conocer los datos absolutos. Es imposible detenerse a pensar o reflexionar a partir de unos datos que, presentados de esta manera, imposibilitan el análisis. Ethnologue, uno de los proyectos más serios y cuidados en cuanto al estudio de la diversidad lingüística, proporciona una cifra aproximada de 7.097 lenguas vivas a día de hoy. A partir solo de datos porcentuales no es posible, por tanto, acercarse a la realidad, como, por ejemplo, la de los 45 hablantes de Kashaya, una variante de la familia Hokan.

Concluye la exposición temporal “Extinciones” en su cuarto espacio a través de una serie de reflexiones multimedia acerca del futuro, nuestro futuro. La conclusión es de manual: el capitalismo y la globalización nos abocan a la destrucción. El mensaje, más o menos explícito, queda centrado en el desarrollo industrial y económico acaecido en los últimos doscientos cincuenta años, aunque en la muestra no se atrevieron a señalar con el dedo a los países noratlánticos, como diría Carrithers.

Una última galería de vídeos nos presenta en primera instancia a Severn Cullis-Suzuki, una niña canadiense que participó en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en 1992.  Su discurso, ya famoso y viral, enternece al tiempo que pone el dedo en la llaga con un simple mecanismo de inversión de roles: si yo, una niña pequeña, soy capaz de detectar los problemas y preocuparme, ¿cómo ustedes políticos y responsables mundiales no son capaces? Se inicia entonces un recorrido visual por otras tantas conferencias mundiales, otros tantos intentos fallidos, que conducen a una reflexión de Cullis-Suzuki volviendo a alentarnos, treinta años después, al cambio, a la acción en defensa del planeta.

Conclusiones

Extinciones. Historias de catástrofes y otras oportunidades” nos deja, finalmente, un sabor agridulce. Quizás nuestras expectativas,, de encontrar infinidad de fósiles se vieran traicionadas. Más que de catástrofes la exposición nos muestra acciones humanas muy concretas, como la cacería del tigre de Tasmania, mientras que esas nuevas oportunidades las reserva o bien a los problemas éticos relativos a la clonación o bien a esas reuniones políticas de alto nivel a puerta cerrada de las que habla Lewellen (2009) inaccesibles a la población salvo por la reivindicación en la calle. Más allá de causarnos una profunda reflexión acerca de la sexta extinción, continuamos reflexionando acerca del nivel del contenido expositivo, su adecuación y la pertinencia de determinadas informaciones. A riesgo de fallar, podríamos afirmar que el MUSE, esta vez, no ha conseguido, en su interpretación de la ciencia, tocar la tecla que nos emocione.

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